Llevamos desde principios de año hablando para cambiar de administrador. Vamos a finalizarlo y aún seguimos con esta persona.
Las personas somos muy conformistas. Nos acostumbramos a algo y no cambiamos con facilidad. Y yo pienso, si nos va mal por qué no cambiar.
Son varios los motivos por los que permanecemos siempre con las mismas personas, tanto en las comunidades de propietarios como en las relaciones de pareja.
- Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Este refrán está tan popularizado que hacemos caso de el en demasiadas ocasiones y ésta es una de ellas. Preferimos permanecer con nuestro administrador de toda la vida porque pensamos que otros pueden hacerlo incluso peor.
- Síndrome de Estocolmo. Llega un momento que los propietarios desarrollamos una relación de complicidad y un síntoma de afecto hacia la persona que lleva la administración de la finca y a pesar de que seamos conscientes de que su gestión no es la mejor, llegamos a perdonar y a compartir esa forma mediocre de trabajar.
- La Ley de Murphy, si algo puede salir mal, saldrá mal. Esa mentalidad negativa de que todo puede ir a peor, hace que prefiramos permanecer inmóviles por miedo a perder lo poco que tenemos.
- Todo el mundo se merece una segunda oportunidad. Pensamos que todo el mundo se merece una oportunidad para cambiar y demostrar que puede hacerlo mejor, pero la realidad demuestra que lo que no has podido hacer en un tiempo difícilmente vas a hacerlo en unos días. Antes de tomar la decisión de destituir a un administrador, preferimos darle no una, sino varias oportunidades para cambiar.
- A todo se acostumbra uno, menos a no comer. Efectivamente, el ser humano se acostumbra a todo, incluso a lo malo y podemos estar aferrados a una mala situación en la comunidad, si vemos que ésta no nos afecta directamente a nuestro bienestar personal.
- El que espera, desespera. Los propietarios impulsores del cambio, de tanto esperar, llegan un momento que se desesperan, se desilusionan y claudican ante la impasividad de los demás propietarios y ante la inoperancia del administrador de fincas. Finalmente, no se produce el cambio y todo continua igual.
- El desconocimiento de la ley no exime de su responsabilidad. Muchos administradores de fincas, se basan en el desconocimiento de los propietarios en relación a las leyes para justificar su inoperancia en la gestión de la comunidad y de esa forma permanecer por tiempo ilimitado como representantes de la comunidad de propietarios.
- La unión hace la fuerza. Cuando hablamos de comunidades de propietarios, es inevitable contemplar el término mayorías y quórum. Si solo son unos pocos propietarios los que promueven el cambio y éste no es sucumbido por los demás vecinos, nunca se logrará sustituir al administrador actual.
- Si dices las verdades pierdes las amistades. Es habitual que por querer mantener la amistad con los vecinos, silencies tus opiniones y no digas lo que piensas. Lo mismo ocurre en las juntas de propietarios, ciertos temas como el cambio de administrador no es aprobado si la propuesta procede de unos determinados propietarios por no compartir la amistad de la mayoría.
- Pesar ajeno, no quita el sueño. En determinadas comunidades, pueden verse afectados por una mala gestión una parte de los vecinos y otros no. Como el mal no nos afecta a todos por igual y en general somos poco solidarios, el cambio propuesto por los propietarios afectados, no llegará nunca a fructificar.
Por finalizar, solo quiero recordar que tardamos mucho tiempo en tomar decisiones, sean del tipo que sean, pero si estas son para sustituir unas personas por otras, es probable que nunca se lleguen a tomar.
Somos así, para que luego digan que es difícil fidelizar al cliente.